NUEVA YORK.- El show del locutor de radio Zach San no había hecho más que empezar cuando Miley Cyrus pronunció la frase más importante del programa: “No pueden confundirme con nadie”. Y lo cierto es que la voz y la sonrisa de esta joven artista que cumple 25 años son inconfundibles. Tras seis álbumes, cinco giras y colaboraciones en películas y series, Cyrus se ha convertido en toda una estrella.
Su primer gran papel como Hannah Montana en la serie homónima de Disney no le cayó del cielo. “Hice audiciones durante muchísimo tiempo. Al principio decían que era demasiado bajita y demasiado joven”, contó Cyrus en 2006, cuando tenía 13 años, al periódico USA Today.
Sin embargo, lo consiguió, y aquella chica de una pequeña ciudad cercana a Nashville, Tennessee, se convirtió capítulo tras capítulo en un ídolo adolescente.
Incluso en Hannah Montana: La película se contó la historia de la joven que lleva una doble vida como cantante. Antes de eso, ya había hecho un papel secundario en Big Fish, de Tim Burton.
Su padre, el cantante Billy Ray Cyrus, ya había advertido a su hija, cuyo nombre de nacimiento es Destiny Hope Cyrus, del lado oscuro del mundo del espectáculo, aunque fuera en vano. “Ahora ya está muy metida. Está en el agua y se hundirá o nadará”, reflexionaba en aquellos comienzos de su hija como actriz.
Pero Cyrus parece haber alcanzado la otra orilla sin esfuerzo y divirtiéndose: “Miley” es una variación de su apodo “Smiley”, que recibió porque de niña sonreía continuamente. Es posible que también ayudara el hecho de que con sólo dos años ya cantara junto a su padre, según contó.
Sin embargo, el salto de ídolo adolescente a estrella adulta no es fácil. Por mucho tiempo parecía que la cantante no tenía demasiado interés en demostrar su madurez. Con el video de Wrecking Ball (2013) y el sonado twerking sobre el escenario de los premios MTV Video Music Awards junto a Robin Thicke fueron un escándalo. Pero el twerking y esa imagen de fiestera parecen haber quedado atrás.