Rúbrica… La ciencia del desdén, Por Aurelio Contreras Moreno

Rúbrica
La ciencia del desdén
Por Aurelio Contreras Moreno

A Claudia Sheinbaum le tomó tres días asomarse al desastre. Tres días para que
la presidenta de la República pusiera un pie en el norte de Veracruz y en los otros
estados donde miles de familias perdieron todo bajo el agua y la gente sobrevivió
como pudo, mientras desde el poder se intentaba imponer una narrativa de
“coordinación, atención y trabajo conjunto” que no resiste el menor contraste con
la realidad.
Aun cuando tuvo más valor y responsabilidad que Andrés Manuel López Obrador,
que jamás se dignó a exponerse a los reclamos del “pueblo bueno” cuando
sucedía un desastre natural como aquel que devastó Acapulco, Claudia
Sheinbaum no salió ilesa y mostró su lado más intolerante cuando, agobiada por
los reclamos de la población en Poza Rica a la que visitó este domingo, amenazó
con irse si no se callaban y a gritos pretendía imponerse a la desesperación de
quienes perdieron patrimonio y seres queridos.
Este lunes, comenzó el intento de control de daños políticos, porque el de los
daños a infraestructura y vidas van para largo. Durante su conferencia matutina en
Palacio Nacional, Sheinbaum soltó una frase que resume la actitud del régimen
ante su responsabilidad en la tragedia: “No había ninguna condición científica o
meteorológica que pudiera indicarnos que la lluvia iba a ser de esta magnitud”.
Una declaración severamente desafortunada, viniendo de quien se presenta a sí
misma como “científica”. Porque si algo tiene Veracruz —y en particular su región
norte— es historia y memoria de inundaciones catastróficas. Tres décadas de
experiencia acumulada, desde los desbordamientos a finales de los años 90,
hasta las lluvias devastadoras de años más recientes en otras regiones de la
entidad que dejaron lecciones duras sobre lo que ocurre cuando el Estado
abandona la prevención.
Decir que no había “condiciones científicas” es, en realidad, una salida para
justificar la falta de previsión, de aplicación de protocolos de alerta y de presencia
real en el territorio. Es también un intento de deslindar responsabilidades políticas
mediante el discurso técnico, como si las víctimas debieran comprender
resignadas que el conocimiento humano no alcanzó para evitar su desgracia.
Pero no es verdad que no pudiera saberse lo que podía pasar. Existen evidencias
de que varios organismos, pero principalmente la Comisión Nacional del Agua, sí
alertaron sobre lluvias especialmente fuertes para esas zonas del país que
resultaron afectadas y en especial las de Veracruz. Tanto así, que esas alertas se
difundieron hasta en medios estatales, como Radiotelevisión de Veracruz. Salir
ahora con el pretexto de las lluvias “atípicas” es querer curarse en salud y, sobre
todo, intentar contener el costo político que podría convertirse a la postre en
castigo electoral.
Mientras Sheinbaum justificaba la omisión desde Palacio Nacional, en Poza Rica
el Ayuntamiento morenista, encabezado por el funesto alcalde Fernando “El
Pulpo” Remes, emitía un comunicado para prohibir el libre tránsito en las zonas

afectadas, bajo el argumento de “garantizar la seguridad de la población”. En los
hechos, esa restricción impide la labor de periodistas, organizaciones civiles y
ciudadanos que intentan documentar la magnitud del desastre o llevar ayuda
humanitaria por su cuenta.
Se trata de una medida autoritaria disfrazada de orden público. Porque el
verdadero propósito no es la seguridad, sino el control de la información y de la
narrativa: que nadie vea, grabe ni diga que el gobierno fue incapaz de anticipar y
de responder. El propio Remes sabe de eso. Cuando por fin se apareció por las
zonas afectadas de la ciudad que desgobierna, fue corrido por la población
mientras lo insultaba y le aventaba lodo a su camioneta de lujo, de la que no hizo
el menor intento por bajarse.
Mientras tanto, en comunidades de municipios como Álamo, Ilamatlán, Tempoal y
El Higo, las familias damnificadas han tenido que organizarse solas para rescatar
a los suyos, habilitar refugios improvisados y repartir víveres que la sociedad civil
consigue sin apoyo oficial. La gente se comunica por redes, por WhatsApp, por
altavoz, porque los canales institucionales simplemente no existen o no funcionan.
Y cuando logran hacer llegar despensas o cobijas, tropiezan con retenes oficiales
que les impiden el paso, como si la solidaridad necesitara permiso. La ayuda,
pareciera, debe ser gestionada y publicitada por los gobiernos morenistas para
contar políticamente como suya. Todo lo demás es “desorden”.
El contraste con la retórica oficial es brutal, aunque el aparato mediático oficialista
esté volcado tratando de convertir la incompetencia en fatalidad natural. Nada más
lejos de la verdad. Lo que hoy vive el norte de Veracruz no es una catástrofe
inevitable, sino un desastre provocado por cálculos políticos que pudo mitigarse
con previsión y que ahora se agrava con la soberbia de quienes creen que la
lealtad partidista sustituye la empatía y la acción.
Es la ciencia del desdén, muy propia de estos tiempos.
Email: aureliocontreras@gmail.com
X: @yeyocontreras

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