Rúbrica
Un violento inicio de sexenio
Por Aurelio Contreras Moreno
El sexenio de Claudia Sheinbaum inició teñido de rojo.
Tan solo en la primera semana de su administración al frente del Ejecutivo federal,
se registraron cerca de 500 homicidios en todo el país. Una cifra escalofriante que,
sin embargo, ya no parece llamar mucho la atención de la población.
La realidad es que pocos se escandalizan y mucho menos se asustan ante la
normalización de una violencia que permea en todo el tejido social de la nación,
que entroniza como estereotipos a idealizar a sicarios y traficantes y que ha
incorporado a su cotidianidad las noticias sobre balaceras, secuestros,
mutilaciones y abandono de restos humanos en la vía pública.
Pero que la sociedad se haya acostumbrado a esta forma de vivir no quiere decir
que sea normal y haya que pasarla por alto o minimizarla, pues eso es
precisamente lo que le ha permitido escalar. Sin embargo, eso es exactamente lo
que se han dedicado a hacer las autoridades en los últimos años para rehuir sus
responsabilidades. Y no parece que algo vaya a cambiar con el nuevo gobierno.
En campaña, Claudia Sheinbaum ofreció básicamente mantener la misma
“estrategia” –si a la omisión y/o complicidad se le pudiese llamar así- que su
antecesor y lo refrendó en su toma de posesión: no habrá “guerra contra el narco”,
mientras se militariza toda la estructura y el mando de la seguridad pública en el
país, lo cual ha ofrecido resultados desastrosos desde que se puso en operación
ese enfoque desde finales de 2006, y que tan solo entre 2018 y 2024 dejó un
saldo de prácticamente 200 mil homicidios dolosos en todo el territorio nacional.
El arranque del sexenio de Claudia Sheinbaum no podría haber sido, realmente,
diferente. Al segundo día, un grupo de militares abrió fuego contra un vehículo
“sospechoso” y asesinó a seis migrantes, a los que “confundieron” con
delincuentes. Esa escena, que no es para nada algo nuevo, se repetirá cada tanto
en los tiempos por venir… mientras que la delincuencia se enseñorea a sus
anchas, como ya también ocurrió en este cortísimo lapso de apenas una semana
de un nuevo gobierno copado por emisarios del anterior.
El brutal asesinato del presidente municipal de Chilpancingo, el perredista
Alejandro Arcos, es una macabra advertencia de lo que se viene. A pesar de que
le ejecutaron a dos funcionarios municipales apenas iniciando también su gestión;
a pesar de sus llamados –súplicas, más bien- en medios de comunicación para
reforzar la seguridad en la capital de Guerrero, la de sus colaboradores y la suya
hace tres días, fue abandonado a su suerte por la Federación y el gobierno estatal
por ser de un partido de oposición. Este domingo lo mataron. No solo eso. Lo
decapitaron y dejaron su cabeza expuesta encima de su camioneta, a la vista de
todos, para que no quede duda de quién manda ahí. Como en muchos otros
territorios de la República Mexicana, donde no hay gobierno.
El crimen le mereció a la presidenta Claudia Sheinbaum una gélida lamentación y
la promesa de una investigación en no más de un minuto. La “segunda de a
bordo”, Rosa Icela Rodríguez, prefirió excusarse en que “ya no soy secretaria de
Seguridad”. Claro. Solo es la secretaria de Gobernación. Seguro que eso no es su
problema.
Así empezó el sexenio.
Veracruz se sigue descomponiendo
Y porque no podría ser de otra manera, en el estado de Veracruz la violencia
también sacó los colmillos esta semana.
Balaceras en Tuxpan, feminicidios en Tierra Blanca y Chocamán,
desmembramientos en Xalapa, a unas cuadras del cuartel de policía y del palacio
de gobierno. ¿Y el “gobernador”? Quién sabe.
“Normal”.
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