Rúbrica
Los tiempos del señor (presidente)
Por Aurelio Contreras Moreno
En las prácticas políticas del sistema de partido hegemónico (el que encabezó el
PRI durante 70 años), una regla no escrita era la condensada en una frase de un
político español, de nombre Alfonso Guerra González, y luego retomada por Fidel
Velázquez, el dirigente que se enquistó cinco décadas al frente de la principal
central obrera de México: “el que se mueve no sale en la foto”.
Esto, de acuerdo con el periodista Víctor Mendoza Lambert, representaba “el
respeto a lo establecido, a no enfrentar al jefe o jefa, quedarse calladito para no
generar molestia o discordia, por ningún motivo promoverse antes de tiempo y
esperar a que el partido político al que se pertenecía decidiera quién era el
bueno”.
Dicha práctica buscaba contener las ansias de aquellos que querían acceder a un
cargo de poder público y hacían proselitismo “antes de tiempo”. O mejor dicho,
antes de que el dueño del poder en turno determinara cuáles eran los tiempos
para hacerlo.
Ello era así porque en la antigua lógica, el arranque del proselitismo sucesorio
implicaba la decadencia, el principio del fin del poder del gobernante en funciones
que, una vez definido el candidato oficial a ocupar su lugar –cuya victoria era
segura-, pasaba a segundo término. Su fuerza se diluía, comenzaba su ocaso y
debía prepararse para la oscuridad, para el silencio de ser un “ex”.
En esencia, el ritual no ha cambiado, aunque se intente dar la apariencia de que
sí. El aceleramiento de los tiempos electorales provocado con el anticipado acto
de campaña de Morena de este domingo en Toluca, no fue otra cosa que un
banderazo de salida aprobado por el propio presidente Andrés Manuel López
Obrador con varios objetivos; en primer lugar, para apropiarse de la narrativa
electoral en un momento de sensación de triunfo, luego de los resultados
obtenidos por Morena en los comicios del pasado 5 de junio.
Las expresiones del presidente son elocuentes en ese sentido: “que no haya
tapados, que no haya dedazos” reiteró este lunes al cuestionársele la abierta –e
ilegal- promoción de las aspiraciones presidenciales de la jefa de Gobierno
Claudia Sheinbaum, el canciller Marcelo Ebrard y el secretario de Gobernación
Adán Augusto López Hernández.
Para todo mundo, dentro y fuera del círculo actual del poder, es completamente
claro que la decisión al final la tomará exclusivamente López Obrador. A la
antigüita, desde la soledad del ejercicio unipersonal del poder que le caracteriza,
herencia directa del sistema presidencialista omnímodo del que abrevó y que
busca desenfrenadamente restaurar.
Se preguntará entonces, ¿por qué echar al ruedo tan pronto a los contendientes?
Una razón es la de que todo el constructo llamado “cuarta transformación”, “4t” y
hasta Morena está sostenido de su sola persona, cuelga de su solapa. Nada de
eso existe sin Andrés Manuel López Obrador. Y cuando en algún momento él ya
no participe en política, aunque no sea inmediatamente después de las elecciones
de 2024, como dice, ¿qué será de su movimiento? No es tan difícil imaginarlo.
Aun cuando en este momento no hay en la oposición partidista nadie que le haga
sombra al lopezobradorismo, tampoco nada les garantiza que esa circunstancia
permanezca invariable los próximos dos años. Y como la fuerza de Morena es
absolutamente dependiente de una sola persona, les urge construir una figura que
si bien no iguale a López Obrador –nadie visible está en esa posibilidad-, sí pueda
llegar a verse como heredero o heredera de eso que representa para su base de
seguidores y sea capaz, a su vez, de concitar apoyos nuevos y de retomar los
perdidos para ser competitivo/a.
El gran problema, la tara fundacional de la “4t”, es que creen que el servilismo es
un atributo político. Puede sin duda llegar a ser la llave para obtener la
postulación, pero lo que pudo observarse este domingo es que todo su discurso
gira alrededor de la adulación a López Obrador, a quien no le falta razón al
considerarles “corcholatas”, porque se pueden desechar sin problema.
Lo que es un hecho es que todo se mueve al ritmo que dicta el inquilino de Palacio
Nacional, que no está dispuesto a soltar las amarras del poder y decide quién
juega y a quién sacrifica. “Los tiempos del señor son perfectos. Ni antes ni
después”, dijo en el éxtasis de la abyección Adán Augusto López Hernández este
domingo.
Sabemos, por supuesto, a qué “señor” se refería.
Email: aureliocontreras@gmail.com
Twitter: @yeyocontreras
