Rúbrica La claudicación Por Aurelio Contreras Moreno

Rúbrica
La claudicación
Por Aurelio Contreras Moreno

A menos que suceda algo extraordinario en los tribunales –lo cual ya es bastante
improbable-, este lunes llegó a su fin el movimiento de resistencia a la burda
imposición de Martín Aguilar en la rectoría de la Universidad Veracruzana.
El Consejo Universitario General (CUG), la máxima autoridad de la casa de
estudios, consumó el asalto a la UV con un vergonzoso acto de claudicación
institucional: se negó a siquiera debatir la ilegalidad de la prórroga concedida a
Martín Aguilar Sánchez, a pesar de que algunos consejeros solicitaron incluir el
tema en el orden del día de la sesión de este lunes, la última del año, blindando
así una decisión que es totalmente política y profundamente cuestionable.
El “argumento” fue muy similar a los esgrimidos por jueces y hasta ministros de la
Suprema Corte de Justicia de la Nación: que no se puede hacer nada. En este
caso, dizque porque el caso está “judicializado” y le corresponde a los tribunales
resolverlo. Los tribunales, a su vez, arguyen que como la UV es “autónoma”, no se
pueden meter en su gobierno interno. En la “Corte del acordeón” ni siquiera
quisieron debatirlo. Todos optaron por lavarse las manos, convirtiéndose en
cómplices y encubridores de una arbitrariedad.
En lugar de ejercer su responsabilidad como integrantes del principal órgano
colegiado de la institución, los consejeros universitarios prefirieron convertirse en
comparsas de la imposición. La negativa a debatir el tema más relevante para la
vida interna de la Universidad de su historia reciente implicó la renuncia a ejercer
la función crítica y deliberativa que debería caracterizar a la principal institución de
educación superior del estado. Fue la aceptación tácita de que las decisiones se
tomaron en otro lado y que el papel de los órganos colegiados es simplemente
legitimarlas.
La autonomía universitaria, tantas veces invocada como bandera, quedó reducida
a nada.
Martín Aguilar Sánchez se notaba cómodo, complacido. Con este último escollo
salvado, tiene vía libre para quedarse al frente de la institución hasta 2029, gracias
a una coerción que deja herida de muerte a una Universidad perdida entre la
simulación y, peor todavía, la apatía universitaria.
Mientras el CUG abrazaba la prórroga, afuera de la Sala Tlaqná, docentes,
investigadores y estudiantes se manifestaban con pancartas y consignas. Pero
como sucedió casi todo el tiempo que duró el movimiento, en un número reducido,
famélico, que evidencia la principal causa del fracaso de la resistencia al golpe a la
Universidad: la indiferencia de la comunidad.
Nunca se consolidó un verdadero movimiento que convocara a todos los
universitarios, ni se intentó en términos reales. En un afán de ser “correctos”,
“confiar en las instituciones” y en la vía de la legalidad, perdieron de vista que los
secuestradores de la UV son creyentes de la fe del “no me vengan con que la ley
es la ley”. Que los orígenes de varios son el porrismo estudiantil, la invasión de

tierras y el radicalismo ideológico. Y que había que confrontarlos en sus mismos
términos.
El único momento en el que Martín y su pandilla se preocuparon fue cuando los
estudiantes salieron a la calle y tomaron facultades tras las inundaciones en el
norte del estado. Pero nunca tuvieron cohesión ni una idea clara y unificada sobre
cuál era el objetivo que perseguían y también se terminaron diluyendo.
La Universidad Veracruzana, que debería ser espacio de pensamiento crítico y
defensa de la legalidad, se redujo a un escenario de obediencia y simulación. Y la
comunidad universitaria, al permitirlo, deja abierta la puerta a normalizar la
imposición como forma de gobierno. De manera idéntica a lo que ocurre en el
ámbito de la política y el gobierno en todo el país.
La pregunta incómoda que queda es: ¿qué autonomía puede reclamar una
universidad que se niega a discutir su propia legalidad? Y la respuesta llega de
inmediato.
Basta ver balbuceando a Martín, el espurio, que le va a seguir “insistiendo” a la
gobernadora Rocío Nahle para que, algún día, le dé la gana darle a la UV el 4 por
ciento del presupuesto total del estado que le corresponde constitucionalmente.
Sumiso, sabedor de que una decisión política le permitió encaramarse en un cargo
al que ya no tenía derecho.
Pero la rectoría bien vale una genuflexión. O cientos.
Asueto
La Rúbrica y su autor se tomarán un descanso el resto del fin de año. A sus
lectores y editores, muchas gracias y felices fiestas. Nos vemos en 2026.
Email: aureliocontreras@gmail.com
X: @yeyocontreras

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