Rúbrica
La administración de la muerte
Por Aurelio Contreras Moreno
Más allá de las cuentas alegres con las que la presidenta Claudia Sheinbaum
pretendió “celebrar” sus primeros 100 días de gobierno con un acto faraónico a la
vieja usanza priista, con los sindicatos acarreando a sus “fuerzas vivas” para
ensalzar al poderoso en turno, la realidad del país tiene, paradójicamente, otros
datos.
Según las cifras de Sheinbaum, entre septiembre y diciembre de 2024 los
homicidios dolosos disminuyeron 16 por ciento, las lesiones dolosas por arma de
fuego 20 por ciento y “todos” los robos con violencia un 5 por ciento.
Con ese estilo altanero que la ha caracterizado, la presidenta aseguró que
“algunos quisieran que fracasáramos. La estrategia de seguridad va a funcionar
porque hay humanismo, dedicación y honestidad”.
Sin embargo, la realidad es terca y no suele sujetarse a torpes guiones de
propaganda oficialista.
De acuerdo con datos oficiales –ésos a los que cada vez va a ser más difícil
acceder, tras el aniquilamiento de los mecanismos e instituciones de transparencia
y acceso a la información-, desde el 1 de octubre pasado en que inició el sexenio
del autoproclamado “segundo piso de la transformación”, al menos cinco mil 160
personas han sido asesinadas en México. Ése solo hecho debería ser suficiente
para que reconocieran que han sido incapaces de frenar la violencia y de
garantizar uno de los derechos fundamentales de la población, que es el de la
seguridad.
Pero todavía más grave aún es que al menos 15 mil 512 personas han
desaparecido en este mismo periodo en México, con lo que el número de no
localizados pasó de 117 mil dos a 121 mil una. Un verdadero horror que el
gobierno dizque “humanista” busca disimular con retórica, cursilería y mucha
soberbia. Como si en lugar de representar una tragedia para todo el país, fuera
solamente una mera “grilla” política de quienes el régimen considera como
“adversarios” para “dañar” su imagen.
Si la seguridad sigue siendo el mismo desastre –y ya no hay forma de que se
escuden en lo que les dejaron en el pasado, llevan seis años gobernando-, el tema
de la salud es una bomba de tiempo que más temprano que tarde les va a estallar
en las manos.
El desabasto de medicamentos en los centros de salud del sector público es un
problema para el que no hay una solución inmediata por una razón muy simple: el
dinero del gobierno se está gastando a manos llenas en los programas clientelares
que sostienen el “éxito” político-electoral del morenato, a cambio de que los
enfermos que no pueden pagar un servicio médico privado se aguanten el dolor o,
de plano, se mueran.
Es especialmente criminal lo que sucede en las clínicas del IMSS y del ISSSTE.
Las enormes filas de derechohabientes que cotidianamente están esperando una
consulta para que se les recete un medicamento que no está en existencia son
una muestra cruel de lo que se ha convertido en una suerte de “administración de
la muerte” de las personas que, en medio del dolor, aguantan lo más que pueden
a que llegue la medicina que los alivie, porque ni con las becas y pensiones de las
que se ufana el gobierno y se aprovechan los políticos, les alcanza para pagarlas.
¿Es eso lo que caracterizaría a un gobierno “humanista”? Es claro que no. Pero en
estos tiempos la devaluación de los conceptos va de la mano con la degradación
de la dignidad a la que muchos han estado dispuestos con tal de recibir una
prebenda, tolerando a cambio la ineptitud y la corrupción.
Entre la violencia armada y la violencia contra las personas con padecimientos, la
muerte es la que se alza triunfante estos 100 días.
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