Hay asuntos de salud que se han incrustado en el ámbito del deporte de máximo nivel. Pero a Michael Jordan eso le importa un comino.
El legendario símbolo de los Toros de Chicago encendió el debate sobre las obligaciones de las estrellas deportivas. Expresó su malestar por lo que considera una nueva “costumbre” de la NBA: el reposo planeado o el “load management”, cuyo objetivo, en el deporte, consiste en reducir el riesgo de lesiones y sobreentrenamiento, ajustando la intensidad durante las prácticas y la competencia.
Jordan subrayó que si un jugador está físicamente en condiciones de saltar a la duela, debe hacerlo, particularmente por los aficionados a los que se deben y que pagan por verlos.
Primero, no debería ser necesario”, afirmó Jordan en una entrevista para la NBC. “Si puedo estar ahí… Lo único que me detendría es que físicamente no pueda. Pero si puedo y simplemente no tengo ganas, eso es otro asunto”, añadió, poniendo en evidencia la división generacional respecto al compromiso profesional.
Jordan basó su argumento en su impecable historial de disponibilidad: jugó más de 70 partidos por temporada en casi toda su carrera y sólo en contadas excepciones —como una fractura de pie o su breve retirada en 1995— se ausentó. Asimismo, citó su “partido de la gripe”, en las Finales de la NBA de 1997 contra el Jazz de Utah, como un ejemplo de los extremos a los que llegó con tal de estar en la duela.
Nunca quise perderme un partido porque era una oportunidad para demostrar mi valía. Sentía que los aficionados estaban ahí para verme jugar. Quería impresionar a ese tipo que está allá arriba, que probablemente se esforzó muchísimo para conseguir un boleto o el dinero para comprarlo”.
De verdad le importaba a Jordan el tipo que estaba hasta arriba en el Palace, de Detroit, cuando enfrentaba a los feroces Pistones:
Claro que sí, porque probablemente me estaba gritando un montón de cosas y quería cerrale la boca. Me estaba lanzando todo tipo de insultos y definitivamente quería callarle la boca. Tienes un deber”.
Para él, la figura del jugador estrella también es la de un entertainer que no debe fallarle a la audiencia. El contexto de sus críticas no es aislado. Durante años, la NBA ha vivido un aumento en las ausencias “voluntarias” de jugadores de alto perfil bajo la justificación de preservar salud a largo plazo, maximizar rendimiento en playoffs o mejorar longevidad. Este enfoque, sin embargo, ha generado quejas entre aficionados y analistas.
Las declaraciones de Jordan apuntan a que la élite de la NBA tiene una responsabilidad —no sólo contractual— con una sólida base de seguidores que precisamente Michael Jordan y otras leyendas como ‘Magic’ Johnson o Larry Bird ayudaron a cimentar en sus días y sus años. Desde entonces, la liga goza de la preferencia de una audiencia global que se incrementa año con año.
Si bien la salud del jugador resulta esencial, la reflexión de Jordan plantea una medida de compromiso. Mientras tanto, el debate sobre si la carga de partidos, la tecnología de recuperación y la planeación a largo plazo deben primar sobre el espectáculo que, se supone, la NBA del primer cuarto del siglo XXI debe ofrecer.
