Maru Campos no es una improvisada en el terreno de la disputa del voto y los jaloneos electorales. Además de haberse compenetrado desde niña con el lenguaje del derecho y la vida administrativa, la hoy gobernadora se preparó deliberada y académicamente para dedicarse a la política. A los 11 años tuvo acercamiento con uno de los impulsores de la resistencia civil: Luis H. Álvarez;a los 20, ingresó al PAN.
María Eugenia Campos Galván tenía 11 años cuando acompañó a su madre al Parque Lerdo de la ciudad de Chihuahua para formar parte de uno de los capítulos de la transición democrática de México: la huelga de hambre del alcalde Luis H. Álvarez para denunciar el autoritarismo de un sistema político que se negaba a la competencia democrática y asfixiaba económicamente a los municipios de oposición.
La hija de Maru Galván Antillón, directora del Departamento de Gobernación del ayuntamiento, se familiarizó desde aquel verano de 1986 con las protestas de un PAN que aseguraba ser víctima del fraude electoral y que hilvanó ahí la primera alianza entre ese partido y la izquierda que lideraba Heberto Castillo, quien convenció al huelguista de levantar el ayuno.
Fueron 41 días de una histórica huelga que escaló a nivel internacional y que marcó políticamente a familias que, como la de Maru Campos, inauguraron así la llamada resistencia civil.
En ese clima de confrontación con el poder centralista creció la primera presidenta municipal de la ciudad, donde, al develar el busto en homenaje a Luis H. Álvarez en ese icónico Parque Lerdo —una iniciativa que ella promovió—, lo recordó como el constructor del municipio moderno, dijo, capaz de responder con autonomía y determinación a las necesidades de quienes lo habitan.
La huella que el alcalde rebelde dejó en los panistas había ido más allá de las palabras nueve días atrás, a las puertas de Palacio Nacional, donde el 19 de octubre de 2019, al grito de “¡Sin municipios, no hay nación!”, Maru Campos integró el contingente de autoridades locales de la oposición que pedían una audiencia con el presidente López Obrador para exponerle su inconformidad por los recortes presupuestales a diversos fondos municipales.
La imagen de la alcaldesa norteña quejándose de que habían aventado gas lacrimógeno, mientras tosía, resumió esa coyuntura de la que fue protagonista clave, asumiendo en 2020 la presidencia de la Conferencia Nacional de Municipios de México.
Pero la pelea con la Federación por los recursos palideció ante la batalla que pronto tendría que librar para convertirse en la primera gobernadora de Chihuahua, enfrentándose con su mismísimo antecesor y compañero de partido, Javier Corral, quien solicitó encarcelarla por haber sido cómplice del anterior mandatario, el priista César Duarte, señalado por corrupción y lavado de dinero.
