Avatar: Fuego y cenizas; “estaremos mejor si hablamos y bajamos las armas”

La próxima semana llega a los cines Avatar: Fuego y cenizas, tercera entrega de la taquillera saga creada por James Cameron que retoma la historia de Pandora y sus habitantes tras la muerte de Neteyam, el primogénito de la familia Sully.

A partir de esa pérdida, el largometraje plantea un relato atravesado por diferentes formas de duelo que, según sus protagonistas, reivindica la necesidad de que el ser humano tome consciencia de lo que involucra levantarse en armas y causar muerte y devastación.

Cuando ves Avatar: Fuego y cenizas te das cuenta de que la única manera en la que de verdad estaremos todos bien es si bajamos las armas y dialogamos”, señala en una entrevista Bailey Bass, que en el filme interpreta a Tsireya, la hija de los líderes del clan Metkayina.
La actriz espera que esta película anime a la gente a tener esas conversaciones difíciles, porque, de lo contrario, como sucede en Pandora, la destrucción sacude todo el mundo y la vida se pone difícil.

Trinity Bliss, que encarna a Tuk, la hija menor de Jake y Neytiri, resume el mensaje de su compañera de reparto advirtiendo que la muerte sólo trae más muerte.

Como ejemplo de ello, la intérprete explica que Fuego y cenizas “trabaja mucho con los temas del duelo y muestra a personajes de distintas edades y culturas enfrentándose de diferentes formas a él”. Bliss considera que mucha gente se va a sentir identificada en cómo los protagonistas intentan mantener unida a la familia y superar el conflicto.

Stephen Lang, que regresa como Quaritch el antagonista de la saga desde 2009, cuando dio vida al militar por primera vez en la que todavía es la película más taquillera de la historia con casi tres mil millones de dólares, incide que el deceso de Neteyam convierte a Jake Sully en “un hombre completamente traumatizado”.

El actor concreta que es un “gran y terrible trauma provocado por la guerra y la muerte”, mientras que Sam Worthington asegura que, como consecuencia, Jake confunde la responsabilidad que tiene hacia sus hijos con la obligación de tratarlos con severidad porque “ve en Lo’ak un reflejo suyo y quiere protegerlo de una matanza: Perdió a un hijo por la guerra y no quiere que el otro recorra ese mismo camino”.

Lang considera que Quaritch también arrastra un profundo dolor, pero, a diferencia de Jake, que convierte Pandora en una terapia sanadora, el villano “es un tipo completamente trastornado que vive del trauma, se alimenta de su propia negatividad y celebra sus heridas”. Para Worthington, el contraste entre ambos personajes es una muestra de que “estos dos tipos se vuelven más humanos cuanto más tiempo viven en un cuerpo Na’vi”.

REBELDÍA JUVENIL

A veces, para hacer justicia tienes que provocar un cambio. Y eso no va a parecerse a lo que hicieron nuestros padres o la gente mayor que nosotros. Ahí es donde nace el conflicto”, asegura Bass, que afirma que Avatar: Fuego y cenizas desplaza buena parte de la tensión dramática a la brecha generacional entre padres e hijos.
Bliss desvela que la cinta representa este choque con adultos que dejan atrás y a salvo a jóvenes que quieren estar en el frente luchando por la gente que aman.

Bass añade que este conflicto generacional no se reduce únicamente a decidir si se actúa o no, sino a la capacidad de perdonar y aceptar nuevas realidades frente a las establecidas en la sociedad. La intérprete sostiene que, igual que sus personajes, cuestionan el destierro del tulkun Payakan, “la generación joven puede ser mucho más abierta que la anterior. Para mí, la cuestión es cómo creamos inclusión, pero cuando la generación adulta no quiere colaborar se genera la fricción”.

No obstante, Jack Champion, que da vida a Spider, el joven humano que vive con los Na’vi, considera que desafiar las normas puede atender a cuestiones de privilegio y recuerda que su personaje no siente que tenga autoridad para ello porque ciertos Na’vi tienen prejuicios con su especie. “Sólo quiere formar parte de la familia y que no le echen”, apunta.

De todas formas, Champion opina que la guerra derriba muchas barreras antiguas y puede ocasionar el cambio, idea que ejemplifica con dos especies de avatares que tienen tradiciones muy arraigadas. “Los Metkayina no tenían demasiada esperanza en convencer a los tulkun para luchar, pero la guerra acaba causándolo”, explica.

Pero el intérprete también avisa que las situaciones extremas no sólo provocan la bondad en las personas y que “el conflicto puede empujar a una nueva generación hacia lo mejor o hacia lo peor”.

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