Pues no, en el Partido Revolucionario Institucional no quieren cambiar. Parecieran
más bien empeñados en acabar con lo que queda de ese instituto político.
El proceso interno de elección de su nueva dirigencia estatal fue, de principio a fin,
un compendio de lo mismo de siempre: cargada, compra de votos y robo de urnas,
traiciones y un gran número de irregularidades, típicas de un partido que nunca ha
sabido –ni querido- ser democrático.
¿O qué de democrático puede tener que desde un principio ya se supiera quién
iba a ganar la elección de este domingo? La victoria de Marlon Ramírez estaba
más que cantada, al grado que incluso antes de que dieran comienzo las
campañas internas, hubo acusaciones de inequidad para favorecer a la fórmula
que integra junto con la ex presidenta municipal de San Andrés Tlalnelhuayocan,
Arianna Ángeles.
De hecho, dos días después del registro de fórmulas a la Presidencia y Secretaría
General del Comité Directivo Estatal del PRI en Veracruz, una de las aspirantes,
Zayda Lladó, abandonó la contienda en medio de acusaciones de que la elección
la iba a ganar quien gastara más dinero, por lo que no tenía caso continuar.
Pero la mayor de las irregularidades detectada en la pantomima democrática
priista tiene que ver con el padrón de sus militantes, en teoría los únicos
habilitados para poder votar en el proceso interno.
Como se señaló en la Rúbrica del pasado 27 de marzo, el padrón de militantes
con que el PRI fue a esta elección interna se actualizó por última vez en el año de
2014. Un desfase de un lustro, suficiente para hacer votar a los muertos, a los que
se fueron al PAN y a los que se fueron a Morena en las dos últimas elecciones de
gobernador.
Por ello es que se registraron situaciones absurdas, como que el diputado local del
Revolucionario Institucional y secretario de la mesa directiva del Congreso del
Estado, Jorge Moreno Salinas, no pudiera ejercer su sufragio, ya que ¡su nombre
no apareció en la lista de militantes activos! Como él, muchos otros priistas en un
buen número de municipios fueron excluidos y amenazan con impugnar el
proceso.
Por si no bastase, el archivo con el “padrón” de militantes que les fue entregado a
los candidatos a la dirigencia únicamente contenía el número de afiliados por
municipio, pero sin sus nombres y mucho menos sus direcciones. ¿Cómo podrían
los aspirantes buscarlos para pedirles su voto?
El resultado es que de un padrón de 160 mil 520 “priistas” –aunque el que está
certificado ante el INE al 4 de abril tiene registrados solamente 147 mil, unos 13
mil menos-, únicamente habrían acudido a votar este domingo aproximadamente
30 mil, lo que representa menos de 20 por ciento del total.
Un porcentaje de participación ínfimo, que no le otorga legitimidad política alguna
a una dirigencia que iniciaría funciones –si no la echa abajo el Tribunal Electoral
del Poder Judicial de la Federación- completamente desacreditada y señalada de
servir a los intereses no de los priistas, sino del grupo del ex gobernador panista
de Veracruz, Miguel Ángel Yunes Linares, a quien incluso algunos tricolores no lo
descartan regresando a las filas del PRI si en el PAN se le complican las
circunstancias y José Mancha pierde finalmente la presidencia del Comité Estatal
blanquiazul.
Por lo pronto, se preparan impugnaciones para buscar anular la elección interna
priista, que por sus resultados puede calificarse como un intento fallido de
democratización que terminó en las mismas simulaciones de siempre.
Se nota que ya les urge desaparecer como partido.
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