Hace 45 años…
(redacción principal Raúl Torres Jiménez/Videos de Internet/ recopilaciones fotográficas José Aurelio Rodríguez V/ diversas de internet)
28 de agosto de 1973. Eran las 2:30 de la madrugada cuando salí de la sede de El Mundo de Córdoba, entonces ubicado en la avenida 3, frente a lo que meses después sería el supermercado Súper Ahorros del Centro, de los hermanos Acevedo, ya dueños de Telas del Centro y Central de Telas, en la zona cercana al mercado Revolución.
Apuré el paso para llegar a la terminal de Autobuses Unidos (AU), a tres calles de distancia, porque no tardaría en pasar algún autobús procedente del sur del estado con rumbo a Puebla o la Ciudad de México, o bien iniciarían las corridas de los camiones que iban puebleando saliendo de Córdoba y pasando por rancherías a orilla de la autopista entre esa ciudad, Fortín, Orizaba, y de allí por la carretera federal hasta Tehuacán y como punto final la llamada Angelópolis.
A ese autobús subían vendedores de flores y otras mercancías y no habia boletos con asientos numerados, sino donde encontrara uno lugar, y si no, parados, esperando que alguien desocupara un asiento, lo cual era difícil.
Cuando llegué a la terminal, ya estaba el tehuacanero formado, esperando que se llenara. Perdí la esperanza de obtener lugar, pues iba cupo completo, pero mientras el conductor bebía un café y chacoteaba con otros colegas suyos, el autobús se seguía llenando con los pasajeros de a pie, y de plano algunos se sentaban en el suelo buscando acomodarse para una siesta cuando iniciara el viaje.
Acepté con resignación mi suerte. Ya estaba acostumbrado a esta rutina, sustituyendo al jefe de redacción de El Mundo de Orizaba, donde trabajaba, y entrando de «bateador emergente» en lugar de este, castigado por nuestro director, Enrique Renaud Ramírez, por haberse ido a echar unas copas al bar Versalles con el entonces muy joven reportero del canal 2 Jaime Maussán, que aun no era ufólogo ni nada que se le pareciera, sino un muchacho ansioso por consagrarse como reportero de 60 Minutos, la versión mexicana del programa norteamericano que tenia verdaderos tigres como Mike Wallace y otros célebres reporteros gringos para los que nada era imposible.
Así, y apenas ganando la «fabulosa» suma de 75 pesos quincenales, salía yo de la redacción de Orizaba a las seis-seis treinta de la tarde, cogía el autobús de la linea «Plateados» y viajaba a Córdoba, para enfrentarme a las fieras de la redacción y talleres de Córdoba, que exigían entregar el material lo más rápido posible para no atrasar las ediciones.
Era de estar en la redacción y los talleres del Córdoba hasta el cierre de edición para resolver cualquier imprevisto o contratiempo; claro, también echar la extra tomando notas dictadas por teléfono de algún corresponsal o los entonces insufribles y acartonados boletines de prensa del gobierno estatal, con la misma invariable cantaleta: «por instrucciones del ciudadano gobernador del estado, licenciado Fulano de tal…» -increíble que han pasado tantos años y todavía en este agonizante «gobierno del cambio» y el decadente duartismo los «genios de la comunicación social», unos en la cárcel, otros amparados en el fuero que se les termina en horas, y otros de plano desaparecidos o encerrados a piedra y lodo tras fracasar sus aventuras electorales, aun recurren a estas inútiles muletillas-, o revisando los teletipos por si llegaba alguna buena nota.
En esa escuela, hoy olvidada por muchos chamacos que se sienten grandes periodistas porque traen celular con el que graban y toman fotos, aunque muchos tergiversan lo que vieron porque ni apuntan siquiera nombres, cifras, datos, crecía mi vida noche a noche, llegaba a las cuatro-cuatro treinta de la madrugada a la terminal, a veces con la suerte de encontrar a mi padre en su taxi y me llevaba a la casa (querido viejo mío, cuánto me ayudaste siempre) y llegar y dormir cuatro o cinco horas, levantarme, bañarme, y desayunar algo hecho por mi adorada madre (también te extraño tanto, aunque cuando veo a mi hija, hoy tan lejos, veo tu dulce mirada, María de Guadalupe) y salir disparado a la sede de El Mundo de Orizaba para recibir mis ordenes de trabajo.
Así transcurrían mis días de joven y modesto reportero. Y la mañana del 27 de agosto de hace 45 años, sin querer comenté en la redacción que al día siguiente cumpliría años. El señor Renaud, nuestro director, me llamó para decirme: «le felicito por su cumpleaños mañana, no venga a trabajar hasta en la tarde para que lleve el material a Córdoba»… Algo era algo…
De momento, el chofer gritó al pie de la puerta » ¡Orizaba, Tehuacán y Puebla, vámonos! Y arrancó el autobús Dina repleto de pasajeros y sus humores, ronquidos y carraspeos.como buen chofer de aquella época encendió la radio y captó una estación «XEB, la B grande de México. Son las 3 de la mañana y diez minutos»…
De pie, sosteniéndome del portabultos, allí iba, igual que otros 50 pasajeros. El primer tramo fue tranquilo, el chofer parecía no tener prisa por llegar a su destino, hasta que paró llegando a la caseta de Fortín para que subieran otros pasajeros luego de acomodar sus bultos en la cajuela abajo del camión.
Al pasar a pagar en la caseta, alcancé a escuchar en la B Grande: 3 de la mañana y 40 minutos, 3:40. Y el camión arrancó de nuevo.
Empezaba a lloviznar. Finas gotas se dibujaban en el parabrisas. El chofer iba a encender los limpiadores cuando iniciábamos el paso por el puente Metlac -años después oficialmente llamado Mariano Garcia Sela, en honor a su creador-, pero en ese instante el camión empezó a bambolearse con fuerza, y el conductor tomó firmemente el volante e intento disminuir la velocidad. Varios pasajeros sintieron el fuerte movimiento y uno gritó «cuidado, chófer, bájale». El conductor dijo «algo pasa» y prácticamente llegamos a vuelta de rueda a la salida del puente,al otro extremo, y alcanzamos a ver como caían piedrecillas de las laderas, mientras la llovizna caía un poco más tupida.
Llegamos así, a vuelta de rueda, a ¿Buenavista? y allí paró el camión para que subieran unas señoras que habían acomodado sus canastas en el portaequipaje, al tiempo que una subía santiguándose repitiendo «Jesús, María y José» varias veces. ¿Qué pasó, señora? Pregunté. «Acaba de temblar fuerte, se escuchó un trueno y hubo relámpagos»…
Varios de los pasajeros sentados y dormidos despertaron. Algunos preguntaron qué habia pasado, mientras el autobús avanzaba y vimos a orilla de carretera a gente con lámparas o velas. Así llegamos hasta el entronque donde la autopista continuaba y estaba la desviación a Orizaba. Vimos las luces de la fábrica de papel Kimberly Clark y muchos trabajadores afuera de los edificios.
Conforme avanzaba el autobús hacia Orizaba, íbamos viendo los primeros daños del sismo. El techo de lámina de un lote de autos derribado encima de los vehículos. Gente envuelta en cobijas, cubiertos con suéteres y chamarras, en las entradas de sus casas. Así llegamos a la entrada a Orizaba, a un costado de las vías del tren y de la estación de bomberos. Y enfrente, derribada, gran parte de la barda del cementerio Juan de la Luz Enríquez, pero un ¡miren! nos hizo buscar entre la oscuridad -obviamente no habia energía eléctrica y sólo había luz por los reflectores de carros y otros vehículos lo que había al fondo. La torre de la iglesia Santa Gertrudis estaba en el suelo, tapando parte de la avenida, por lo que el chofer tuvo que maniobrar para invadir el otro carril y continuar. Tuvo que frenar bruscamente porque de momento apareció una mujer con apenas un camisón y un rebozo, en chanclas, gritando desesperadamente «¡se desplomó el techo de mi casa y mi familia quedó adentro!»…
El chofer cerró la puerta del autobús y arrancó. le pedí que me dejara bajar, pues adelante estaba el hospital del Seguro Social y había mucha gente en las afueras. Un ¡no! rotundo fue su respuesta. Y agregó «¡hasta que salgamos a lugar seguro!».
Eran las cinco y media de la mañana de aquel 28 de agosto de 1973. Dije para mis adentros: » no hay descanso de mediodía por cumpleaños. Hay que trabajar, ¡ya!»…
EL REPORTE: de un Bombero…
3:52 de la mañana 28 de agosto 1973 🚨 Orizaba despierta bajo un fuerte terremoto con una duración de dos minutos y una intensidad de 7.2 grados en la escala de Richter, que en la escala de hoy tendría una magnitud de 7.3 pero según fuentes no oficiales, pero si de confianza aseguran que fue un grado descomunal de 8.5 y algunos manejan hasta 8.7 grados y deja una pérdida de vidas aún hasta la fecha desconocida, (1500 oficiales y otros 2000 no oficiales) así como el epicentro que SSN lo ubica en Cd. Serdán, Pue. Y Cenapred lo ubica en Ixtaczoquitlán, Ver.
Lo cierto es que dejó daños importantes en todas las estructuras desde Córdoba hasta Serdán, fue de tipo trepidatorio a una profundidad de 84 kms. Cabe destacar que fue el 14° mas intenso del que se tiene historia. 45 años han pasado y muchos lo recordamos como si fuera hace poco. Dios nos libre de otra experiencia así… Comte. de bomberos; Antonio Cambambia Jácome
(redacción principal Raúl Torres Jiménez/Videos de Internet/ recopilaciones fotográficas José Aurelio Rodríguez V/ diversas de internet, -ochocolumnas.mx- reconoce a quienes realizaron los videos y el trabajo fotográfico, así como a los héroes anónimos que trabajaron como rescatistas de ese entonces )
