EL LINCE: UPAV: títulos perdidos, rector sin cédula y una solución que no soluciona
Por: César A. Vázquez el Lince
Hubo un tiempo en que la Universidad Popular Autónoma de Veracruz (UPAV) fue un sueño noble.
Un proyecto que nació de la visión del maestro Guillermo Zúñiga Martínez, quien creyó que la educación debía llegar a todos los rincones del estado, incluso a los más olvidados. Esa idea, tan poderosa como humana, permitió que miles de veracruzanos cursaran estudios superiores sin abandonar su tierra, su trabajo ni su familia. Era la universidad del pueblo, la universidad del esfuerzo.
Hoy, ese sueño está hecho pedazos.
Miles de egresados de la UPAV han cumplido con todo: estudiaron, pagaron, acreditaron, se graduaron… pero siguen sin recibir su título profesional. Algunos llevan más de un año esperando; otros, más de cinco. Y el número crece. No hay cifras oficiales —como si el silencio fuera política institucional—, pero estimaciones internas apuntan a entre mil y cinco mil egresados afectados. Esa no es una cifra burocrática: son vidas detenidas. Jóvenes que no pueden ejercer, maestros que no pueden concursar, profesionistas que no pueden avanzar. Todo porque la universidad pública que les prometió movilidad social se volvió una maquinaria de rezago y negligencia.
El problema no es nuevo.
Desde hace años, la UPAV arrastra acusaciones de títulos apócrifos, retrasos en trámites y mal manejo administrativo. Pero lejos de corregirse, el caos se institucionalizó. El exrector Sergio Torres Mejía fue destituido tras semanas de protestas por el cierre de grupos, la falta de pagos a asesores solidarios y el descontento general. La gobernadora Rocío Nahle anunció su salida prometiendo poner “orden”. Y en efecto: puso a otro. Nombró como nuevo rector a Raúl Rendón Torres, quien —según registros públicos— no cuenta con cédula profesional en el Sistema Nacional de Profesionistas. El remedio resultó peor que la enfermedad.
Un rector sin cédula, una universidad sin rumbo
¿Cómo puede una universidad otorgar títulos válidos si su rector carece de los propios documentos que acreditan su formación?
La paradoja es grotesca. Y lo es más aún cuando los egresados siguen esperando los suyos, mientras el nuevo titular guarda silencio ante los reclamos. Hasta ahora, no existe un plan público para regularizar la entrega de títulos. No hay fechas, no hay transparencia, no hay respuestas. Solo una larga cadena de excusas que huele a indiferencia y a improvisación.
Una gobernadora que no mira hacia dentro
La gobernadora Nahle puede culpar a gestiones anteriores, pero gobernar el presente exige soluciones reales, no cambios cosméticos. El simple relevo del rector no resolvió el problema; la UPAV sigue detenida, los alumnos sin título, y el descrédito institucional crece. Mientras el gobierno estatal dedica discursos y recursos a relaciones internacionales, la educación veracruzana se hunde en la parálisis.
Los jóvenes no piden viajes ni homenajes. Piden su título. Piden respeto a su esfuerzo. La UPAV fue concebida para abrir puertas. Hoy, esas puertas están cerradas. Y lo peor: quienes deberían defenderla, la están dejando morir lentamente entre la burocracia y el olvido.
Como escribió Albert Camus: “La indiferencia es el peso muerto de la historia.” La indiferencia del gobierno de Veracruz hacia su propia universidad es ya un crimen moral. Porque cada título no entregado es una oportunidad truncada, cada estudiante olvidado es un voto de desconfianza, y cada día sin respuesta es una afrenta a la memoria del maestro Guillermo Zúñiga.
La UPAV no necesita discursos. Necesita acción. Necesita un rector que entienda lo que representa. Y necesita una gobernadora que asuma que educación sin justicia es simulación.
