Rúbrica
Elecciones en medio del terror
Por Aurelio Contreras Moreno
El tono y la narrativa con los que comenzaron las campañas para las elecciones
federales 2024 en México están inevitablemente centrados en el tema de la
inseguridad.
No es para menos. El país vive una oleada de violencia en distintos puntos del
territorio nacional, mientras la indolencia y la incompetencia son las respuestas
oficiales, intentando minimizar el desastre que han provocado en México.
Los hechos hablan por sí mismos. De junio a febrero, se registraron 11 asesinatos
de candidatos, precandidatos y ex candidatos. Tres candidatos fueron asesinados
en el arranque mismo del periodo de proselitismo y no son sino la prueba del
fracaso de una “estrategia” que es más bien un pago de facturas del régimen, que
todo el sexenio decidió “dejar hacer y dejar pasar” a los grupos delincuenciales,
que ahora en cada vez más ciudades han decidido ser los únicos electores,
eliminando a sus “opositores” no en las urnas, sino a través del único método que
conocen: la violencia brutal.
No es casual que dos días después de iniciadas las campañas y en medio de un
clima de zozobra, la Conferencia del Episcopado de México (CEM) haya emitido
un mensaje en el que puntualiza que “creemos que el peor de los escenarios, el
que mayormente debemos evitar, es aquel en el que el crimen organizado y otros
grupos delincuenciales intervengan en el proceso electoral en cualquier lugar y
momento”.
Los obispos mexicanos puntualizaron que “la democracia electoral mezclada con
la delincuencia es un binomio totalmente inaceptable, es un signo de la más
deplorable corrupción que se debe evitar a toda costa. Por ningún motivo se
puede justificar y mucho menos entrar en complicidad”.
La CEM señaló que los actores políticos sin excepción, comenzando por las
autoridades y siguiendo con los candidatos, partidos y ciudadanos, deben cumplir
las leyes y las normas en materia electoral y enfatizó, con un claro destinatario,
que “por el bien de México, primero la democracia y el Estado de Derecho”.
No es un secreto que la Iglesia Católica ha jugado un papel muy activo en estados
como Guerrero, donde hay un absoluto vacío de poder y han tenido que entrar los
clérigos a realizar una suerte de mediación con los grupos criminales para que
detengan la violencia contra los ciudadanos de a pie. Prueba tangible de que
México es, de facto, un Estado fallido.
Las alertas suenan más allá de las fronteras del país. Este lunes, el alto
comisionado de la ONU para los Derechos Humanos, Volker Türk, manifestó
desde Ginebra que se debe proteger de la violencia las campañas en México.
“Este inmenso ejercicio de los derechos políticos y civiles debe salvaguardarse de
la violencia”, declaró Türk, quien recibió la esperada y vergonzosa respuesta de
siempre del presidente de México.
“El alto comisionado es muy, con todo respeto, muy tendencioso, está en contra
de nosotros y hace comparsa con los que quieren demostrar de que México es un
país muy violento”, dijo Andrés Manuel López Obrador, como si su demagogia
fuera suficiente para ocultar las evidencias de su fiasco como gobernante.
Nada en más en el estado de Veracruz, este sábado dejaron cuatro cuerpos
desmembrados adentro de bolsas en el bulevar turístico de Tuxpan. Y el lunes, un
ex candidato a alcalde de Paso de Ovejas fue asesinado a tiros saliendo de un
restaurante en ciudad Cardel, a menos de 40 kilómetros del puerto jarocho.
Y apenas empezaron las campañas.
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