Rúbrica
Una masacre de periodistas
Por Aurelio Contreras Moreno
En los últimos cinco días, tres periodistas fueron asesinados en México. Dos en el
estado de Veracruz. Ambas, mujeres.
El 2022 se está convirtiendo en el año más violento y letal para los periodistas
mexicanos desde el infausto 2012, cuando los asesinatos de comunicadores se
desbordaron particularmente en Veracruz, que se convirtió en uno de los sitios
más peligrosos de todo el mundo para ejercer la labor de informar.
Una década después, todo sigue igual e incluso peor. La muerte tiene permiso en
México para silenciar periodistas, con las excusas cómplices de todos los niveles
de gobierno, que no han sido capaces siquiera de enfrentar con un poco de valor
lo que hoy, en tiempo presente, es su responsabilidad.
El Estado mexicano ha sido completamente rebasado por una crisis que sin duda
no es nueva, pero que ha abordado exactamente de la misma manera que en el
pasado no tan lejano: evadiendo su obligación de garantizar el derecho a la
libertad de expresión, ignorando los reclamos y advertencias que pudieron evitar
los atentados y todavía peor, criminalizando y revictimizando a los periodistas
muertos.
Es exactamente lo que pasó con los asesinatos de Yesenia Mollinedo y Sheila
Johana García este lunes en el municipio de Cosoleacaque, al sur de Veracruz. A
través de reporteros afines (esos sí, verdaderos sicarios de la información) la
policía del gobierno de Cuitláhuac García (entre ministeriales y elementos de
Seguridad Pública que tomaron el control de la escena del crimen) filtró el
supuesto “hallazgo” de instrumentos con los que se consumen drogas químicas
duras, mismos que habrían “encontrado” en el auto en el que se transportaban las
comunicadoras al momento de ser ejecutadas. Como si cualquiera anduviera por
la vía pública cargando pipas con residuos de sustancias prohibidas. Y sobre todo,
como si eso probara que “se lo merecían”, que “andaban en malos pasos” o que
tendrían algunas “relaciones peligrosas” antes de realizar cualquier investigación.
La verdad es que lo que hizo el gobierno de Cuitláhuac García fue una calca, una
copia exacta de los “métodos” que usaba su antecesor Javier Duarte de Ochoa:
buscar (o sembrar) cualquier indicio, rastro o sombra de duda sobre la
honorabilidad de las víctimas, con el objetivo de no investigar nada y cerrar los
casos lo más pronto posible. Y de preferencia, concluyendo que el homicidio se
cometió por causas ajenas al ejercicio periodístico.
Lo hicieron ya con el caso de José Luis Gamboa, el primer periodista de este año
en ser asesinado en la ciudad de Veracruz, y sobre el cual la autoridad ya resolvió
que lo mató un sobrino por cuestiones “familiares”, mientras la madre del ahora
imputado acusa que es un chivo expiatorio.
La descomposición en Veracruz es solo un reflejo de la que pudre a todo el país.
En Sinaloa ronda la sospecha de que autoridades de alto nivel están implicadas
en el asesinato de Luis Enrique Ramírez, cometido la semana pasada, con la
anuencia además del grupo delincuencial que manda en aquella entidad.
En el caso de Cosoleacaque, un reportero amigo de la directora de “El Veraz”
relató en el noticiero radiofónico de Azucena Uresti que “Yessenia Mollinedo,
aproximadamente hace una semana, platicaba a un compañero vía mensajes que
estaba preocupada, había un tema aparente de extorsión (…) ella quería conseguir
el número telefónico del Tercer Batallón (militar), aquí en Minatitlán. Quedó en que
íbamos a tomar un café porque no quería platicarlo”. Ya no tuvo tiempo de
hacerlo.
Con 35 asesinatos desde diciembre de 2018, 11 de éstos en lo que va de este
2022, este sexenio se perfila como el más mortífero para los periodistas
mexicanos en toda la historia. Queda claro que la estrategia del Estado mexicano
para “proteger” periodistas es un rotundo y aparatoso fracaso, que se adereza con
las injurias que el propio presidente Andrés Manuel López Obrador profiere contra
todo periodista que le resulte molesto, que lo critique o que simplemente difunda
algo que lo haga ver mal o lo contradiga. Ataques directos que a lo que llaman es
a la violencia, a la agresión y a la muerte. Porque seguro “se lo merecía”.
Nada ha cambiado en México y el actual régimen no es diferente en nada. A lo
sumo, en su cinismo, que es gigantesco. La masacre de periodistas continúa.
Email: aureliocontreras@gmail.com
Twitter: @yeyocontreras
