Nada, ni los 50 mil nuevos contagios de covid-19 registrados en México en las
últimas 48 horas, ni los hospitales saturados, ni los picos de infecciones que
superan los peores días de la pandemia en las dos “olas” de 2020, parecen
importarle un carajo al gobierno de la malhadada y mal llamada “cuarta
transformación”, empecinado como está en obligar a un regreso a clases
presenciales dentro de prácticamente dos semanas.
Este jueves, durante el acto circense en el que ha devenido la conferencia
matutina del presidente Andrés Manuel López Obrador, la secretaria de Educación
Pública Delfina Gómez repitió la cantaleta establecida en el guion propagandístico
con el que buscan justificar una decisión irresponsable, demencial y que puede
llegar a convertirse en un acto criminal.
“Por el bien de nuestros estudiantes este 30 de agosto regresamos a la escuela”,
sentenció –en el sentido literal del verbo- la funcionaria, aduciendo para ello
razones como las necesidades de socialización de los niños, de entablar relación
con otros de su misma edad, de jugar y explorar lo que a su edad corresponde.
Argumentos todos muy atendibles, que serían lógicos e inaplazables… si no
estuviésemos en medio de un brote gigantesco de contagios, además, de unas
variantes del coronavirus que están atacando directamente al sector infantil y
juvenil, precisamente porque se trata de la población que en México se encuentra
desprotegida, pues no ha sido vacunada.
Y no lo será en el corto plazo. Ya sabe. ¿Cómo que las vacunas hay que
comprarlas y ayudarles a hacer negocio a las farmacéuticas? Y si gastamos en
eso, ¿con qué vamos a comprar estadios de beisbol o a organizar megalómanas
celebraciones pseudohistóricas para satisfacer el caprichudo e inmenso ego de ya
sabe quién?
Además, no solo los estudiantes están siendo empujados a una auténtica “ruleta
rusa” con el cargador lleno. El pretexto de que los docentes “ya están vacunados”
tampoco se logra sostener, pues la vacuna que se le aplicó al profesorado, la de la
farmacéutica china CanSino, necesita el refuerzo de una segunda dosis –como la
propia empresa lo anunció hace pocos días-, misma que el gobierno ¿qué cree?
¡Pues tampoco quiere pagar!
Pero la “cereza del pastel” de la gansada –otra vez, en sentido literal- del gobierno
de López Obrador es que quieren obligar a un regreso a las aulas a los niños y
jóvenes sin que eso genere responsabilidad alguna para el propio gobierno,
haciendo que los padres de familia firmen una carta de “corresponsabilidad” en la
que, en realidad, lo que harían sería asumir, ellos y solo ellos, cualquier
consecuencia –contagio, muerte- que pueda traer un regreso a clases en salones
mal ventilados, hacinados y sin control alguno de los niveles de dióxido de
carbono. Y es que ¡oh, maldito neoliberalismo!, esto último también habría que
pagarlo.
En la responsiva que el gobierno federal quiere que firmen y entreguen los padres
a la entrada de las escuelas para que sus hijos accedan a las instalaciones, deben
elegir si quieren clases de manera virtual –aunque el gobierno en realidad no ha
planteado concretamente esa posibilidad en las escuelas públicas-, presencial o
mixta. Y en caso de elegir cualquiera de las dos últimas, se establecen una serie
de acciones que ellos deben cumplir, sin que al gobierno se le comprometa a
nada.
Hay otro documento incluido en la página http://educacionbasica.sep.gob.mx/,
denominado “Filtro de Corresponsabilidad en el salón de clases”, en el cual se
incluye un anexo a la responsiva, donde los tutores de los estudiantes deben
garantizar con su firma que les efectuaron una revisión y que “aparentemente” no
presentan síntomas relacionados con la covid-19. Ya si su hijo se enferma o
contagia a otros es su culpa, no del gobierno.
Pero por más que intenten evadirse y “escurrir el bulto”, lo que ocurra si se regresa
masivamente a las aulas será culpa de la necedad de un presidente obtuso, que
no escucha a nadie y que pretende una recuperación de la economía que se ha
encargado de devastar en menos de tres años, a costa de la salud y la vida de
niños y jóvenes.
Al cabo que ellos ni votan todavía.
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