Los pasos de un doctor
Por Benito Navarrete Espinosa
Soy médico, 7 años como médico internista y trabajo en dos hospitales públicos. Mi horario en uno es hasta el mediodía, pero en general a veces me quedo hasta las tres o cuatro de la tarde, en el otro cada tercer día en las noches.
Un día fui a desayunar, de prisa, el sandwich plastificcado que había pasado a comprar al Oxxo, alrededor de 15 minutos y al volver escucho a una persona “pelándome” porque no estaba presente cuando ella quería que yo estuviera. En muchas ocasiones, cuando los pacientes o familiares nos buscan, o estamos con otro paciente o resolviendo un problema administrativo o comiendo (si, también comemos).
Recuerdo algunas veces, como cuando me dio leptospirosis, vértigo o Chikunguya (para no dejar solos a mis pacientes) continue trabajando hasta que me complique. Por supuesto, esto causó la rabia generalizada de los pacientes con horas agendadas, quienes no podían entender que yo no apareciera y estuviera cuatro días con licencia (no quise tomarme más, para no dejar a nadie sin atención). Es la ironía del médico que no se puede enfermar.
Al aparente requisito de vivir sin comer ni enfermarse (ni dormir, parece), se agregan dos características de nuestra profesión sumamente desconcertantes para los pacientes:
La primera es que en medicina barajamos probabilidades (no certezas) y, a veces, nos equivocamos. Sí, así como leen, los médicos, como todo ser humano, nos equivocamos. Esto último no significa ser negligente, o sea, no es que pasamos por alto el gran signo PARE tatuado en la frente del paciente; a veces las probabilidades son más a favor de la enfermedad A y no de la B…. pero igualmente la B era la correcta.
Es como cuando gana el equipo chico de futbol; nadie pensó que Grecia iba a ser campeón de la Eurocopa. Usted apostó que así no pasaría y, a veces, sí pasa.
La segunda, es que nadie quiere ir al médico. Nadie quiere estar enfermo, pensar en una vida sin salud y menos sentir que gastó dinero en algo tan negativo como tomar un montón de pastillas. La visita al médico es algo que (hasta los médicos) preferimos no recordar; claramente prefiero gastar mucha plata en unas vacaciones que en pagar una operación. En un caso pago por disfrutar, en el otro por algo que preferiría no tener que sobrellevar.
Todo esto hace que las personas no relacionadas con el ámbito médico miren a los profesionales de la salud con cierto recelo natural, pero algo ha sucedido que ha convertido ese recelo en rabia. Las personas han traspasado sus frustraciones desde el sistema de salud (falta de acceso, de medicamentos, de pabellones) a los médicos, que no pueden sino atender a un máximo de pacientes día, recetar los fármacos que hay disponibles en farmacia y no tienen cómo construir pabellones.
A eso se suma que últimamente han salido a la luz toneladas de artículos sobre posibles negligencias y, las personas, sin tener los conocimiento técnicos o a veces sólo porque les cuentan un lado de la historia, saltan al cuello de ese ser humano médico, al que no conocen y que, claro, se equivocó. Si se equivocó negligentemente queda para discusiones caso a caso, pero la cosa es que se equivocó.
Esto ha sido tan frecuente que me da un poco de angustia pensar ¿Y si yo me equivoco? Si yo, luego de pasar horas estudiando en mis ratos libres, regalando mi tiempo en el hospital, eligiendo ser parte de la salud pública del país, me equivoco ¿Me preguntarán el por qué de mi error o me juzgarán sin conocerme? Y si en el futuro, por razones económicas (los médicos tenemos hijos a quienes alimentar, familia a la que cuidar, deudas que saldar) me equivoco (horror) en una consulta privada, algo casi tabú ¿Podré sobrevivir al escarnio público de los seres anónimos de las redes sociales?
Por último y sólo para la reflexión: si usted piensa que un médico gana millones (algunos si, son los menos) y por eso se merece todo lo ya discutido, imagine cuanto gana un gerente de una minera o un ingeniero en un banco ¿Sabe usted que los médicos estudian hasta 12 años para atenderlo? ¿Quién le parece que tiene más responsabilidades, el médico o el ingeniero bancario? ¿Será justo descargar toda nuestra ira contra una persona, por la posibilidad de que, tal vez, gane un sueldo abundante?